jueves, 18 de diciembre de 2008

LA ALTURA DE LA VANIDAD

El granjero toma una cerveza recostado en el nuevo sofá de pieles,
Mientas tanto, a las vacas se les rompen las tetas, no hay quien las ordeñe.
Las papas, las remolachas y los cubios se pudren en la tierra, no hay quien los coseche

El oficinista le dijo a su jefe lo que merecía, que era un idiota manipulador,
Luego se fue a la bahía y tomó un baño a las tres de la tarde.

El jefe, el jefe también abandonó la vieja empresa familiar y se tomó el yate, hacia una isla del caribe.

Queda poco comercio, algún restaurante, y un cinema desvencijado, donde pasa películas un anciano que viene haciendo lo mismo hace cincuenta años.

En la hora pico, salió el poeta, y no encontró el trancon de la carrera treinta.

El policía pasaba velozmente en su moto, el poeta lo detuvo con una señal de las manos,
le preguntó a donde rayos se había ido la gente de aquel país
El policía le dijo: venga conmigo, todos vamos rumbo a la pirámide.

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