viernes, 21 de octubre de 2011

LA VACUIDAD

La vacuidad de mi existencia,
La insipidez de no desenterrarme,
Mi pensamiento que oscila,
de manera vacilante centellea, chisporrotea.

El lastre que mancilla, que arde, apacigua.
La inconformidad, esa cosa que indigna, exaspera.

Mi filantropía que otras veces se impulsa,
chamusca mendrugos de altruismo, flaquea, indaga.

Son ellos, persiguen, alistan la garra, aprietan,
muerden en el cuello, ríen, luego bajan la quijada
y entierran filosos colmillos, desgarran.

Sacan entonces la quinta pezuña
y raspan el suelo, arañan el pasto, rumian y vomitan.

Quiero dar un quizás, quiero injertar simientes,
preñar la granja, pujar la patria,
parir alianzas, arepas, clemencias.

Tomar hisopos y vestir de tintas fantásticas sus cicatrices,
sus medias piernas, sus lánguidos costillares, la ñoca rodilla.

Primigenio de un amanecer que se alista,
que asoma y otra vez se oculta para siempre.

Sin embargo, hay aquí algo impúber que palpita,
en mi pecho.

Impune, impune, puerca masa impasible, glacial,
impune y sigilosa como un tumor.

Mi discreto deseo de justicia,
mis vastos años de vacuidad que nadie llena y yo no colmo,
regocijado con mi coco y mi panela.

Dicen que no puedo darlo vuelta, al mundo, que desista.

He dicho que puedo mudar la herida colindante,
pero ellos enseñan las uñas, gruñen, mortifican,
instalan un dolor y menguan mi voz.

Dicen que no importa,
que en casa tengo todo por que luchar,
y no hay mejor frazada que mi boca silente,
mi palabra enjuta, que deje así.

De esta manera olvido, tomo mi vianda,
fumo mi tabaco y miro desde el balcón:
el anciano moribundo en la plaza,
la pequeña puta que vende el alma,
el desplazado con su cartel y su mano sin monedas,
el chico que hace piruetas en el semáforo, el carterista,
el proxeneta y los centinelas impasibles, descompuestos.

Dejo así, total, han dicho que si compro pastillas para la memoria,
¿Cómo hago luego para acordarme de tomarlas?

1 comentario:

Adriana dijo...

Deberian volver las poesías por aquí